20100627

La caja.



En ese preciso instante descubrió que el secreto de la vida es tentar a la suerte; tan fácil y tan complicado.
Si tentamos a la suerte, quizás esta nos crea lo suficientemente temerarios como para necesitarla, y solo entonces, llegaremos a ser afortunados.
De todo esto se dio cuenta aquella noche, aquella bonita noche. Cuántas cosas se aprenden navegando...
Quizás los mejores, son los amores fugaces. No llegan a hacer el suficiente daño para provocar lágrimas; se recuerdan siempre; producen tal cantidad de adrenalina, que la ilusión dura semanas; no se llega a saber sus defectos; dan y das los mejores besos, por si no hay más ocasiones. Y lo mejor, siempre quedará la esperanza de estar junto a él algún día, aunque tan solo fuera una noche; ella sabe que en esencia, lo conoce mejor que nadie.


Volver a decirle, sintiendo el mar, que no le cabe duda, que en otras circunstancias le querría, y que quizás, aunque esto nunca lo admitiría ante nadie que no fuera él; ya le quiera un poco.
Sí, no le cabe duda, los amores cortos son geniales. Ya no le quiere. Quizás sí le quiera, pero se ha evaporado mucho amor con el tiempo. La verdad, no sabría decir cuánto le quiere del uno al diez. Pero intenta no pensar en ello, le resulta más atractivo perderse por las páginas amarillas internacionales.
Hasta ahora, ella siempre pensó que pasara lo que pasase, siempre que él volviera, lo dejaría todo.
Ahora sabe que hay más cosas en el mundo, y son mucho mejores. Ahora, si a ella le dieran a elegir entre él o la caja; elegiría, sin duda alguna,
la caja. Pues esta, al menos, incluye el factor sorpresa.