Esta última semana del año, a diferencia de las demás ocasiones, no puedo dejar de pensar que el 2010 ya termina; tengo la sensación, de que un abismo separa el año vigente del próximo, corrijo, la extraña sensación, aquella que compró al miedo y a la incertidumbre. El miedo de que el 2011 venga muy cargado, y la incertidumbre de no saber qué contiene el saco.
Pero lo que más me atormenta en este momento es tu te quiero, no el que tú nunca dijiste, no aquel que no existe; si no el que guardé para ti, ¿debe salir antes o después del abismo?, ¿y si le doy paso justo en medio? No sé qué es mejor, o pensándolo bien, qué opción puede fabricar menos lágrimas.
¿Qué es mejor: empezar bien el año, o acabarlo bien? Dicen, que lo más importante es acabar bien, y empezar bien. Pero, ¿y lo que ocurre entre medias?, ¿carece de importancia? En cuanto al arte se refiere, sí, puede que cuando empiezas y terminas bien una audición, los aplausos atrapan a las notas que se escaparon del pentagrama, pero, ¿y en la vida?
Muchas veces, cuando odias a alguien, exploras el porqué, y cuando dejas de analizar y le miras a los ojos, voilá, le quieres. Magia, ¿no?
Yo no consigo olvidar esa sonrisa, la que hizo que mi mundo estallara, la que me tomó por las orejas y me colocó en medio del surrealismo; y, no obstante, no forma parte ni del principio, ni del final, tan solo, forma parte.
En cuanto al final, todavía no ha llegado, traté de traerlo a rastras, pero se resiste; y yo sigo con mi duda después de tantas palabras. ¿Lo peor? Que probablemente el te quiero se quede dentro de mí, gritando y dando golpes por todos lados; mirándote a los ojos por una rendija y tratando de no desviar la mirada hacia tus labios; deseándote desde el silencio que ya salió a jugar con las mariposas; ¿y todo por qué? Por el miedo, que se compró un coche y circula entre los carriles de mi cerebro, bajando por las arterias al corazón. El miedo de que respondas: yo no. Y de que entonces, el mundo estalle, pero esta vez en mil pedazos.